Al iniciar la colonización de la zona de la Sierra de Espadán, los árabes se encontraron con unas condiciones de producción agrícola escasa y poco variada: tan solo se cultivaban cereales y viña siguiendo las antiguas técnicas romanas. Una topografía agreste, las escasas superficies llanas y un terreno formado mayoritariamente por rocas poco propicias a retener las aguas superficiales condicionaban la actividad agrícola.

En los montes abundaban los bosques de pinos, de alcornoques y de carrascas, con un sotobosque denso y difícil de trabajar. La obtención de tierras aptas para cultivar verduras, hortalizas y frutales precisó del esfuerzo y del trabajo extraordinario de numerosas generaciones para allanar espacios, construir bancales, elevar los primeros ribazos donde retener el suelo fértil y diseñar y construir un complejo sistema de riego que aprovechase las aguas de rieras y manantiales. Este admirable esfuerzo físico e imaginativo, cuyos resultados aún perduran, nos da una idea de un gran espíritu emprendedor y de la voluntad de asentamiento por parte de gentes dispuestas a abandonar su condición de nómadas.

Conocer sus obras (construcción de balsas, de kilómetros acequias, etc.) y conservar las que aún perduran es el homenaje que les debemos.

Fuentes de Ayódar está ubicado en la Sierra de Espadan, alineada de NE a SE, próxima al litoral mediterráneo, caracterizado por un régimen de precipitaciones muy irregular. El Río de Fuentes es el principal cauce fluvial del término municipal, nace en la partida del mismo nombre a unos cuatro kilómetros del actual núcleo urbano. A la altura del antiguo Molino, recibe las aguas de la riera de Macasta. Diferentes manantiales hacen aflorar cristalinas aguas subterráneas.

Al observar el mapa topográfico de los alrededores de Fuentes destacan las numerosas parcelas dedicadas a cultivos de huerta. Hace cientos de años los antiguos pobladores de origen árabe construyeron un complejo sistema de riego formado por diversas balsas, con sus respectivas presas, y por varios kilómetros de acequias, buena parte del cual aún perdura. En el lenguaje relacionado con la huerta se conservan numerosos topónimos de origen árabe, como aljibe, acequia, algez, alfalfa, marjal, albarda, alfádega, etc.

En la Carta Puebla, datada en 1611, se hace referencia al sistema de riego de Fuentes y se encuentran expresiones como “procurar cultivar al uso y costumbre del buen labrador” y se recuerda la obligación de “conservar y limpiar las acequias mayores y menores”. En dicho documento se hace referencia explícita a los molinos hidráulicos para la obtención de harina, movidos por la fuerza de las aguas que circulaban por las acequias y balsas. Restos del principal molino de Fuentes se encuentran en la confluencia del Río de Fuentes con la Riera de Macasta.

Las huertas de Fuentes se riegan con el agua almacenada en diversas balsas, entre las que destacan por su mayor capacidad la balsa del Molino (en la confluencia del Río de Fuentes y la Riera de Macasta) y la balsa de Los Chorricos en la Riera de Macasta. Otras balsas de menor capacidad son: las de La Masadica (2) las de La Jarica (7 balsas), que reciben aguas de diferentes manantiales, las de La Rinconá y de Cirihuela, que captan el agua directamente de pequeñas presas construidas en el Río Fuentes, las balsas de Peñalta (2) y la del Soldao.

Todo el sistema de acequias mayores y menores partía de la acequia madre que recibía las aguas de las dos balsas mayores. La acequia madre se bifurca mediante una canal en dos mayores que riegan las huertas de las dos márgenes del río, al que devuelven las aguas sobrantes.

El agua de la balsa de Peñalta de arriba situada bajo el corral del mismo nombre, se recogía mediante un azud a la altura de la pista que actualmente cruza el río para subir a la partida de las Hoyas. Anteriormente a la construcción de la carretera iba canalizada mediante una acequia, por el margen izquierdo del río y tras recorrer aproximadamente 1Km. llenaba la balsa de Peñalta de arriba.

Al hacer la carretera en los años 40, la acequia de cabecera quedó destruida y sin posibilidad de restauración por su anterior recorrido. Fue entonces cuando se recurrió a canalizarla por la margen derecha hasta casi la fuente de La Fuentecica, a partir de este punto había que pasar el agua al otro margen y la solución al problema del paso fue mediante la construcción de un sifón, este se hizo (tanto el túnel inferior como las dos torres laterales) de piedra y argamasa de cal y cemento. Con estos materiales pronto aparecieron fugas de agua y con ellas la inoperancia del sifón. Entonces se recurrió a la construcción de una canal por encima del cauce el rio, para ello, y sobre los muros del sifón ya existentes, se amarraron gruesos cables de acero y pendientes de ellos, la canal propiamente dicha, esta estaba formada por piezas de Uralita con forma de mediacaña.
Aprovechando el paso de la acequia al otro lado del río se construyó un balsón debajo de las huertas de las Hoyas con el que poder regar mas fácilmente las huertas de ribera del Arquico, estos campos utilizaban la misma acequia que llenaba la balsa de Peñalta de arriba.
La realización de estas conducciones eran y son verdaderas obras de ingeniería, en algunos tramos iban suspendidas sobre paredes verticales y en otras escavadas sobre las mismas piedras y siempre con la justa pendiente para llegar a los puntos de riego. El agua cruzaba el Barranco Sabartes y llegaba mansamente a la balsa, la llenaba y cuando el agua rebosaba, esta bajaba por una pendiente hasta la acequia que proveniente de otra azud llenaba la balsa de Peñalta de Abajo situada justo en la base del peñasco de Peñalta. Con el agua de esta balsa se regaban todos los ramblares de la margen izquierda del río hasta casi la Jarica.

Otra balsa importante en el sistema de riego de Fuentes de Ayódar es la de la Huerta del Soldao. Esta se encuentra en la ladera derecha del Barranco de La Bailia a su paso por La Jarica y se nutre de las aguas que el barranco recoge de los distintos manantiales que en él afloran

Las balsas de La Jarica son un claro ejemplo de aprovechamiento integral del agua para el riego. Hasta siete manantiales disponen de su correspondiente balsa y estas asimismo unidas entre sí por pequeñas acequias, de tal modo que las de arriba vertian sus aguas sobrantes en las de niveles topográficos inferiores, aprovechado así hasta la última gota de un agua que al regar los huertos de tierra de rodeno, producían unas inmejorables hortalizas.

Las balsas y las acequias han estado perfectamente mantenidas y cuidadas durante cientos de años, permitiendo el riego a los rincones más apartados de la huerta. Inicialmente tanto las acequias madre como las de distribución o recogida de las aguas estaban horadadas en la misma montaña. En la actualidad el cemento ha contribuido a evitar fugas a lo largo de su recorrido. Algo parecido sucede con las paredes de las balsas, todas las cuales tienen uno o dos laterales naturales de montaña. Los “tapones” o cierres de las balsas consistían antiguamente en gruesos palos que se introducían en el agujero de salida del agua, que eran sellados con arcilla. En la actualidad han sido substituidos por mecanismos de hierro.

Hasta los años setenta la limpieza y el mantenimiento de las balsas y acequias la realizaban los propios vecinos a “jornal de villa”, posteriormente la asumió la comunidad de regantes y en la actualidad es el Ayuntamiento quien costea el servicio.

El orden de riego no ha variado sensiblemente con el paso del tiempo: siguen teniendo preferencia los bancales próximos a las balsas y quien abre la balsa tiene derecho a regar primero. A continuación, el turno de riego es el del curso del agua, salvo acuerdo explícito en contra. El último en regar está obligado a “tapar” la balsa, es decir, a cerrar la salida del agua. Dejar una azada o una caña en la salida del agua cuando la balsa se está llenando, indica que cuando se llene el propietario tiene derecho a ser el primero en regar.

El clima mediterráneo, la escasa altitud (unos 500 metros sobre el nivel del mar) y la disponibilidad de agua han permitido que las huertas de Fuentes proporcionen unas excelentes verduras y frutas en las diferentes estaciones del año. Durante siglos, desde que los árabes introdujeron numerosos cultivos, los productos de la huerta fueron la principal fuente de alimento.

La práctica agrícola convivió con el mantenimiento del medio natural. Fue una práctica económica de necesidad, pero también con tintes sociales, supuso la transformación y mantenimiento del medio físico que tiene una historia propia con la llegada de los árabes al pueblo, ellos trajeron consigo plantas y árboles ajenos que procedían de climas tropicales y subtropicales, es decir, que crecían bajo condiciones de calor y humedad pero que en Fuentes encontraron acomodo.

En la actualidad parte de la huerta original ha sido abandonada o substituida por árboles frutales, bien por la diáspora que en los años 60 y 70 llevó a gentes del pueblo a buscarse la vida en otros lugares o por las actuales circunstancias donde una gran parte de la población son gentes jubiladas que mantienen su cultivo, pero no dependen de el para alimentarse. Incluso un área importante ha sido reutilizada por un polideportivo de grandes dimensiones.

Excepto muy contados años de sequía, Fuentes nunca ha padecido problemas de falta de agua, aunque antaño el caudal de las fuentes era muy superior al actual. Unas prospecciones acuíferas servirían para conocer con precisión cuáles son las reservas del subsuelo, una garantía de futuro ante la progresiva desertización del territorio.

Texto y esquema: Joan Ros.Colabora en el texto Celestino Sanfélix
Fotografías: José Vte. Sanfélix Enguidános y Joan Ros